lunes, 5 de enero de 2015

Henry Russell

Comenzaremos el año nuevo con un explorador francés especializado en la cordillera más emblemática de nuestro país, los Pirineos. Hablo de Henry Patrice Marie Russell-Killough, uno de los primeros pirineístas, más conocido como Henry Russell (Toulouse 1834 - Biarritz 1909).



Henry poseería el título de Conde gracias a su madre, hija de un marqués francés. Su padre, irlandés y ferviente defensor de la fé cristiana, la conoció en Francia cuando se vió obligado a emigrar allí.

También debido a su madre, el joven Henry comenzaría a descubrir y apasionarse por la montaña, dado que con frecuencia ella lo llevaba allí, junto a sus hermanos, a dar largos y duros paseos.

Creció bajo una educación estricta y religiosa, la cual aborrecería y de la que se apartaría de forma temprana, pero que le sirvió para estudiar en centros de Reino Unido, Irlanda y Francia, así como para aprender y mejorar sus habilidades como escritor.

Sin motivación para comenzar una carrera, como su padre deseaba, y con la prohibición de éste ante el matrimonio que Henry quiso contraer con una chica de familia protestante, Maud, acabó enrolado en un barco que partió hacia Sudamérica. Quería disfrutar de los viajes y las montañas y olvidar la religión y la política.

Sin embargo, no llegó a pisar el continente como él hubiera querido. Tras varias escalas en distintos puertos, fue despedido por indisciplinado y volvió a Londres. Pero no se rindió, y junto a un amigo, planeó un viaje a America del Norte sólo unos meses después.

En 1957 llegaría a Quebec y bajaría por la costa americana hasta llegar a la isla de Cuba. En su viaje aprovechó para apoyar la causa de los indios americanos y denunciar la esclavitud en algunos estados.

De vuelta en París, trató nuevamente de casarse con Maud, pero volvió a fracasar en su intento, lo que le llevó a emprender su viaje más largo. Entre 1958 y 1961, visitaría y atravesaría Asia y Oceanía.

Acompañó a una delegación rusa y, para evitar cualquier problema, incluso modificó su nombre a Russelloff. Allí visitó grandes ciudades como San Petersburgo, Moscú, Irkutsk... anduvo por la indómita Siberia y atravesó desiertos, como el del Gobi. Además, vaticino que el destino del siglo XX estaría en manos de americanos y rusos.

Henry Russell en Siberia


A pesar de la prohibición para los occidentales que existía en China, aprovechó que acompañaba a los diplomáticos rusos para adentrarse en el país y llegar hasta Pekín, donde fue reconocido y obligado a volver a Rusia, aunque ya habría quedado marcado por su cultura para siempre.

Prosiguió su camino, que le llevó hasta Japón y Australia. En este último, fue invitado a acompañar una expedición irlandesa que pretendía atravesar el país, aunque él rehusó porque opinaba que el equipo no estaba preparado. No se equivocó, y todos los integrantes fallecerían posteriormente.

Pero, de echo, no se libró de las penurias. En la isla sur de Nueva Zelanda, llegó a simpatizar y dormir en un pueblo maorí. Exploró las montañas del país, las Kaikouras, pero tratando de alcanzar una cima, acabó perdido, sin nada que comer o con lo que protegerse, durante cuatro días.

Tras su estancia allí, pasó por la India, donde vio las montañas del Himalaya. Si bien su intención era subir algún pico menor, tuvo que abortar su plan debido a una enfermedad y volvió a Europa.

Su experiencia en ese viaje de tres años le llevó a escribir el libro "Seize mille lieues à travers l'Asie et l'Océanie" que se dice inspiró al mismísimo Julio Verne para su novela "Michel Strogoff" y el personaje de Phileas Fogg de "La vuelta al mundo en ochenta días".

Instalado en la ciudad francesa de Pau, empezó su idilio con los Pirineos. Aunque años atrás, en 1858, ya había ascencido allí el Pic de Néouville (3091m) y el Ardiden (2988 m).

Estos tranquilos Pirineos están hechos para ser mis montañas

A lo largo de los años, hizo y le pasó de todo allí. Desde rutas para explorar los confines de la cordillera, hasta la ascensión de la mayoría de sus picos, con numerosas primeras ascensiones, pasando por alguna que otra excentricidad.

Entre las anécdotas más remarcables puede encontrarse su segundo intento de ascensión al Monte Perdido (3355 m), donde tuvo que darse la vuelta debido al mal tiempo, y vivaquear como pudo. Si bien se le daba por muerto, apareció de repente a la mañana siguiente como hacía hace poco la Virgen en el cercano pueblo de Lourdes.

Esta experiencia le hizo darse cuenta de la necesidad de los refugios de montaña y trató de concienciar a la comunidad para su colocación en distintos puntos. A raiz de sus palabras, llegaron el refugio del Monte Perdido y las cuevas del Vignemale muchos años después.

Casi siempre acompañado por guías locales, en una ocasión decidió sin embargo unirse a otros montañeros ingleses en la ascensión al pico Soum de Ramond (o Añisclo) (3263 m). Como se fue dando cuenta durante el día anterior a la ascensión, fue una mala decisión. Sus compañeros se levantaron antes que él y lo dejaron durmiendo para llegar a la cima los primeros.

Russell en su saco de dormir


Aparte, Russell popularizó las ascensiones invernales, y por ende, el uso del saco de dormir debido a los numerosos vivacs que se veía obligado a hacer ante la falta de refugios.
En su país impulsó también la fundación de la "Ramond Society" en honor a uno de los primeros pirineístas que existieron, Ramond de Carbonnières (1755-1827), tratando de imitar al Club Alpino Británico.

Entre sus ascensiones más notables destacan las primeras al Cilindro de Marboré (3328 m), el Marboré (3248 m),  el pico, denominado en su honor, Russell (3205 m), la punta del Sabre (3136 m), el segundo pico de la Maladeta (3220 m)... y así hasta más de treinta cumbres.

Si hablamos de sus compañeros de cordada, solía contratar a un guía local, dependiendo de cuál fuese la actividad que deseaba realizar. Henry (1845-1920) y Célestin (1845-1917) Passet, grandes conocedores de la zona y miembros de una familia de guías, y Henry Brulle (1854-1936), el llamado fundador del pirineísmo de dificultad, fueron tal vez los de más renombre.

Henry (arriba en la imagen izquierda), Célestin (centro) y Henry Brulle (derecha)


Por último, no me puedo olvidar de contar su idilio con el Vignemale (3298 m). Hasta 33 veces llegó a pisar su cima.
La primera, en 1861, y acompañado del padre de Henri Passet, Laurent (1810-1864), y tras repetir en 1868, logró la primera invernal a este pico al año siguiente con Henri Passet y el padre de Célestin, Hippolyte Passet (1813-1884).

Su excentricidad le llevó a hacer construir una serie de cuevas en la pared de la montaña. La primera, finalizada en 1882, estaba a 3205 metros, a la altura del glaciar. Como vio que dependiendo de la época, el glacial variaba, construyó otra algo más abajo, en 1885, y además le servía para acomodar a las numerosas visitas que atendía en su primera cueva, vestido siempre con llamativas ropas a semejanza de las que vió en su viaje por China.

Al año siguiente se excavó otra más, algo más arriba que las anteriores, y destinada a las mujeres.

Las tres primeras cuevas de Russell


En Diciembre de 1888 pidió el alquiler de unas 200 hectáreas a una altura de 2300 m durante 99 años, lo que se le concedió desde la prefectura de los Altos Pirineos por el simbólico precio de un franco.

Tras esto, y debido a que sus tres cuevas anteriores solían llenarse de hielo y nieve, mandó construir otras 3 más en una zona diferente, a 2400 m, y con unas espléndidas vistas del circo de Gavarnie.

Otra de sus locuras fue hacerse enterrar con piedras en la cima de la montaña para "sentir y ser" la montaña. Pasó toda la noche allí, calificando su experimento de todo un éxito.

Los años pasaban y se dio cuenta que las rutas fáciles ya habían sido exploradas. Mientras sus amigos Brulle, Jean Bazillac (1859-1928), Célestin, François Bernat-Salles (1855-1934) y Roger de Monts (1850-1914) se dedicaban a ascensiones más técnicas, el prefirió construir una séptima cueva 18 metros debajo de la cima y pasar allí su tiempo en lugar de arriesgar su vida.

Bazillac (izquierda), Bernat-Salles (centro) y de Monts (derecha)


El 8 de agosto de 1904 pasó su última noche en su montaña, dedicándose el resto de su vida a escribir. De ahí salió la última versión de su libro más famoso, "Souvenirs d´un montagnard", el cual revisó y modificó distintas veces hasta la edición final de 1908.

Enfermo desde hacía un año, murió en Biarritz con 75 años, siendo enterrado finalmente en el cementerio de Pau.

Estatua de Henry Russell en Gavarnie


A Henry Russell, al igual que muchos otros hombres de su estatus, nunca le hizo falta trabajar, como él mismo reconocía. Sin embargo, lejos de estar ocioso y perder el tiempo, dejó detrás de sí muchos valiosos  documentos sobre la exploración de los Pirineos.

Su libro "Souvenirs d´un montagnard" (Recuerdos de un montañero) fue el mejor libro de su época sobre este tema, y como comenté posteriormete, su obra "Seize mille lieues à travers l'Asie et l'Océanie" (Dieciseis mil leguas a través de Asia y Oceanía) sirvió de inspiración para Julio Verne.

Dejó muchos otros libros, pero casi todos en francés. Una excepción fue "Pau and the Pyrenees" (Pau y los Pirineos).

También existen varias biografías sobre él, siendo la más reputada la realizada por su nieta Monique Mollin du Fresnell, titulada Henry Russell (1934-1909).

En español, se puede encontrar un par de videos en Youtube: "Henry Russell, los inicios del pirineísmo".






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